Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. 2 Juan 1:5
“Señor bendice a estas personas necesitadas, señor provéeles de alimento, que tengan una cama donde dormir”, oró el líder religioso.
Oraciones vanas como estas se escuchan todos los días en las iglesias. Día con día pasamos de rodillas pidiendo a Dios por las personas necesitadas y se nos olvida que Jesús mismo fue a ayudar a los más necesitados. Se nos olvida que la Biblia dice que cuidemos de los necesitados.
Un humorista cristiano cataloga esto como “El espíritu de doña Florinda”. La razón por la que los cataloga de esta manera es por el dicho de ella “No te juntes con esa chusma”. Igualmente, muchas veces escuchamos en las iglesias decir “Mis amigos solo son cristianos”, “Si no quieren nada con Dios, pues yo tampoco”. ¿Conocen realmente el amor de Dios? Yo lo dudo.
Este devocional no es una crítica infundada. Es un texto para que reflexionemos. No puede ser posible que llamándonos hijos de Dios tengamos semejantes frases en nuestro corazón. Solo acordémonos que de la abundancia del corazón habla la boca.
La razón por la que los hippies, guerrilleros, sectas crecen es porque ellos hacen lo que nosotros los cristianos no hacemos: Predicar, enseñar y sanar. Estas tres cosas nuestro Señor Jesucristo lo hizo.
Si nosotros somos sus aprendices, si Él nos ha dejado la confianza de seguir predicando su palabra; también tenemos que enseñar y sanar. No podemos solo estar con micrófonos en la mano o solo andar con la Biblia en la mano en los parques. También, tenemos que sanar al enfermo, ayudar al necesitado, juntarnos con los que nadie quiere.
La Biblia dice que “Lo más vil y menospreciado escogió Dios del mundo, para avergonzar a lo más sabio”, esos somos nosotros. Yo que escribí esto y tú que lees esto. Pero, se nos olvidó de donde Dios nos ha levantado.
Ahora es tu turno que vayas a las calles, que vayas al mal llamado religiosamente “el mundo” o “lo secular”. Adjetivos que únicamente han servido para hacer del cristianismo una subcultura en la cual solo pueden entrar los que piensan como nosotros.
No podemos seguir permitiendo que esto suceda, tenemos que despertar. Tu santidad no será medida por la marca de corbata o de saco que uses o cuan serio seas. Tu santidad la verán las personas por cómo vives, por cuánto ayudas, por tus cambios o como dice la Biblia “Por sus frutos los conoceréis”.
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