Desde allí, Jonás oró a Dios: “Cuando estaba sufriendo, tú, mi Dios, me ayudaste. Cuando estaba casi muerto, pedí ayuda y me la diste. Me arrojaste a lo más hondo del mar. Sólo agua veía yo por todos lados; grandes olas cruzaban sobre mí. Llegué a pensar que ya no me querías, que no volvería a entrar en tu templo. Me había hundido por completo. El mar me cubría todo, y las algas se enredaban en mi cabeza. Creí que ya nunca saldría del fondo del mar. Pero tú, Dios mío, me salvaste la vida. Cuando ya estaba sin fuerzas, me acordé de ti, y oré. Mi oración llegó hasta tu santuario. Los que adoran a otros dioses, a los ídolos sin vida, no pueden decir que tú eres su Dios. Pero yo voy a adorarte y a cantarte con alegría. Cumpliré las promesas que te hice. ¡Porque sólo tú puedes salvar!”. Por fin, Dios le ordenó al pez: “¡Arroja a Jonás en la orilla del mar!” Jonás 2
Dios había dado un mensaje a Jonás para que lo llevara a un pueblo. Jonás no quiso obedecerle, sino que decidió huir de Dios, esconderse. Él había cometido un error, lo reconoce, pero prefirió huir antes que enfrentar a Dios. Dios, permitió que haya una tormenta en donde Jonás iba navegando, y ordenó a un pez que se lo tragara.
Jonás pasó dentro del pez tres días y tres noches, pero ¿Por qué? ¿Por qué Dios no lo mató? ¿Por qué no ordenó Dios al pez que se lo comiera? ¿Por qué a pesar de haber desobedecido a su Dios, Él seguía dejándolo con vida? Porque esperaba que Jonás se arrepintiera y fuese agradecido. Se arrepintiera por haberle desobedecido, pero que le agradeciera que de tantos hombres en el mundo, lo había elegido a él para enviar un mensaje y él no supo agradecerlo a tiempo.
En la Biblia se nos habla muchas veces de ser agradecidos. “Dediquen siempre tiempo a la oración, y den gracias a Dios.” Colosenses 4:2. Nosotros como cristianos, tanto tú como yo, estoy segura que pasamos tiempo en oración. Pero ¿Cuánto de ese tiempo lo usas para agradecer? Te aseguro que si oras 10 minutos, 6 minutos son para peticiones, 3 para alabar a Dios, y sólo 1 minuto para agradecer. Si nosotros agradeciéramos tanto como pedimos, Dios estaría más contento con nosotros.
No digo que está mal orar pidiendo. En la Biblia misma se nos dice “Pedid y se les dará”. Pero NO debemos olvidarnos de ser agradecidos. “No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios todo lo que necesiten, y sean agradecidos. Así Dios les dará su paz, esa paz que la gente de este mundo no alcanza a comprender, pero que protege el corazón y el entendimiento de los que ya son de Cristo.” Filipenses 4:6-7
Al vivir con un corazón agradecido, tu visión ante cualquier situación de tu vida será totalmente distinta. Mira a Jonás. Llega la tercera noche de estar dentro de ese pez, lo imagino preguntándose que qué es lo que quería Dios con dejarlo vivo allí dentro. Y Jonás empezó a recordar de dónde Dios lo había sacado: “Cuando estaba sufriendo, tú, mi Dios, me ayudaste. Cuando estaba casi muerto, pedí ayuda y me la diste...” Primero agradece, agradece a Dios por todo lo que ha hecho por ti hasta este momento. Sin importar la circunstancia en la que estaba, Jonás aprendió a agradecer.
Y así debemos de aprender nosotros. Agradecer es un paso importantísimo como cristianos. Dios no buscará tu bienestar material, tu éxito, tu fama, Él buscará tu corazón. Y ese corazón, ante Su presencia, debe de estar agradecido eternamente por todo lo que Dios ha hecho por nosotros desde antes que existiéramos. Él perdonó tus pecados, te salvó, te redimió, te permite tener una relación con Él, te habla, te concede tus peticiones; agradécele.
Y por sobre todo, cuando todo parezca ir mal, es cuando más debes agradecerle, Él lo valorará. “Gracias Señor, porque aunque no conozco tus planes, sé con todo mi corazón que son Perfectos. Gracias mi Dios, porque aún cuando mi alma está triste o en medio de una prueba, sé que tú me ayudarás a Tu tiempo. Gracias Señor, hoy elijo darte las gracias”.
“Den gracias a Dios en cualquier circunstancia. Esto es lo que Dios espera de ustedes, como cristianos que son”. 1 Tesalonicenses 5:18
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