Por eso les digo: obedezcan al Espíritu de Dios, y así no desearán hacer lo malo. Gálatas 5:16
Pablo en el capítulo 5 versículo 16 demanda a los gálatas un imperativo (orden) irrefutable: digo, pues: andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne (Gálatas 5:16). Esta exigencia es vigente también para el cristiano de hoy. Bien haremos si prestamos oído al consejo paulino y más aún llevarlo a cabo.
Pero, ¿Qué es andar en el Espíritu? Es más que sentir la presencia de Dios o gozarnos en un culto y hablar en otras lenguas. Es un estilo de vida, es caminar en la obediencia divina y en su continua verdad. Es una decisión a dar uno y otro paso, siempre hacía adelante. Cuando la palabra refiere “andar” quiere decir, que hay un camino ya marcado, una senda que sirve para dar dirección. “Andar” implica una práctica, son hechos, no dichos; significa tener un principio y una meta en Cristo.
Cuando el apóstol habla en este sentido, no está negociando ni siquiera con el tiempo, es una orden que debe hacerse ahora; inmediatamente es hoy. Porque desde el principio se debe marcar una diferencia entre los que viven según el Espíritu. La señal de que somos salvos es precisamente que andamos en la luz, que tenemos comunión los unos con los otros (1 Juan 1:7). La urgencia de Pablo por hacerse notar radicalmente en el creyente el cambio, es que si realmente Cristo vive en nosotros, no debemos de andar conforme a los deseos de la carne.
Saulo en este versículo 16 no está dando la idea que podemos ser mejores, ahora que conocemos al Señor, no; más bien; quiere expresar que es un cambio de naturaleza que opera en el nuevo creyente. Esto no se puede lograr sólo con voluntad humana, sino con la ayuda divina.
La diferencia entre los que caminamos en el Espíritu y los que lo hacen en la carne, debe ser notable; pues no se puede decir conocer y amar a Jesús, sin querer imitarlo y tratar de vivir como Él. Nadie puede hacer alarde de andar en Cristo y seguir en el pecado, sin cambio alguno. El creyente verdadero reporta inmediatamente un nuevo nacimiento, fruto, buenas obras y crecimiento (Col. 1:10), por el contrario, existen aquellos que con su testimonio denigran el evangelio y avergüenzan a la iglesia. Pablo nos exhorta a que realmente practiquemos la vida Cristiana, con el poder del consolador.
Andar en el Espíritu nos hará complacer al Señor antes que a nuestra propia carne, Miraremos la necesidad de otros, antes que la propia.
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