Jesús necesitaba descansar después de su muerte, y lo hizo en la tumba. Y no se apareció por ningún lado como Él dijo que lo haría. Y exactamente un día después de su muerte, la duda, el temor y la tristeza se apoderaron de los discípulos y su gente que le seguía por todas partes. Me imagino a los discípulos recordar esos bellos momentos al lado del Maestro, cuando reían, cuando frente a sus ojos realizaba los mas grandes milagros, como alimentar a mas de cinco mil personas con un par de panes, y la resurrección de Lázaro, entre otros. Sin duda alguna tenían sus corazones perplejos al contemplar y recordar todas estas cosas.
El día de reposo estaba por comenzar, y era contra la ley de Dios, exponer el cadáver de una persona toda la noche. (Deut. 21:23) Y era además prohibido trabajar después de la puesta del sol el viernes, cuando el sábado comenzaba. Por eso los lideres religiosos querían que en cuanto fuera posible, el cuerpo de Jesús lo bajaran de la cruz para darle sepultura antes de la puesta del sol: Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se le quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. (vers. 31) Los soldados romanos quebraban las piernas de las víctimas para apresurarles la muerte. Cuando una persona cuelga de la cruz, la muerte viene por sofocación, pero la victima podía elevarse presionando la cruz con sus pies y así continuar respirando. Con las piernas rotas, la sofocación era inmediata.
La débil fe de los discípulos no es para sorprenderse, porque para ser sinceros, hoy en día vemos la misma actitud en muchos de nosotros. Los hombres de “poca fe” como les llamaba a menudo Jesús: o no creyeron, o se les olvidó cuando el Señor dijo: Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. (Jn. 10:17) Todo estaba bajo el control de Dios. Nadie podía matar a Jesús sin su consentimiento, y este pequeño detalle se les olvidó a sus seguidores, si ellos hubiesen tenido esto en sus corazones no hubieran caído en ese reposo espiritual, sino que hubiera sido un día de gran gozo y expectación.
A veces, Dios se muestra ausente en nuestras vidas, pero al final sabemos que Él nunca nos dejará: Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque el dijo: No te desampararé, ni te dejaré. (Heb. 13:5) Nosotros, a diferencia de los discípulos; nunca experimentaremos el sombrío panorama de un Salvador derrotado. Pero muchas veces cuando estamos frente a la incertidumbre o cualquier tipo de problema o enfermedad, olvidamos las promesas de Dios.
Es tiempo ya de ser un creyente activo en fe, y dejar de ser un creyente en reposo espiritual (apagado, falto de fe, dormido, en incertidumbre). Lo que necesitamos es un poder activo en la resurrección de Cristo, los discípulos se apagaron totalmente después de la muerte de su Maestro, a tal grado que perdieron la poca fe que tenían, y otros la encubrían para no dar mal testimonio: Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevo el cuerpo de Jesús. (Jn. 19:38)
Es tiempo ya, que dejemos de ser creyentes “a escondidas” que dejemos de “ocultarnos de nuestros amigos, familiares, compañeros de trabajo”, etc. Este es el momento de salir del encierro espiritual, que dejemos el reposo o descanso espiritual que hemos tenido y activemos nuestra fe. Podemos descansar en la noche, pero si estamos dispuestos a esperar sabiendo que llegará la mañana.
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