¡Cuán bienaventurados son los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón lo buscan! Salmos 119:2
Te acuerdas cuando salías corriendo a los brazos de papá o de mamá cuando llegaban de trabajar.
Te acuerdas cuando llorabas porque papá y mamá se iban a trabajar.
Te acuerdas cuando rompiste en mil pedazos el plato favorito de mamá, creíste que te iba a castigar, pero sólo te abrazó y te dijo que no pasaba nada.
Te acuerdas cuando rogabas a papá para jugara a las canicas contigo, aunque no le pegabas a ninguna, papá siempre te felicitaba.
Te acuerdas cuando papá te llevó la bicicleta de tus sueños.
Te acuerdas cuando te caíste de esa bicicleta y papá salió corriendo a levantarte.
Te acuerdas cuando mamá te puso por primera vez tu comida en la lonchera.
Te acuerdas cuando viste por primera vez a un payaso, lloraste despavorido y mamá te abrazo y te protegió con sus fuertes brazos, llenos de amor.
Te acuerdas cuando mamá te hacía esa riquísima comida.
Te acuerdas cuando no podías esperar para que llegara la tarde y salir al parque con tus padres.
Te acuerdas cuando llevaste tu primera buena calificación a casa y tus padres te felicitaron.
Te acuerdas cuando reprobaste una materia y tus padres te regañaron.
¿Te acuerdas cuando fue la última vez que les dijiste a tus padres que los amas?
No tuviste papás, bueno, tuviste a tu abuelita, tía o hermano mayor que te cuidó. No tuviste a ninguno de ellos, bueno, has tenido a Dios que ha estado siempre a tu lado.
Así como tenemos esos hermosos recuerdos que nos llenan de lágrimas los ojos (bueno en mi caso, justo cuando escribo en este momento) y nos causan una alegría indescriptible; así mismo espero que nos acordemos de todos esos momentos que hemos vivido al lado de nuestro Dios. Así mismo espero que nos acordemos de hablar con nuestro Dios. Así mismo espero que nos acordemos de las veces que Dios nos ha secado las lágrimas. Así mismo espero que nos acordemos las veces que nos hemos caído y Dios nos ha levantado. Así mismo espero nos acordemos de las veces que Dios nos ha sacado de problemas en los que nosotros mismos nos hemos metido.
Así mismo espero que nos acordemos del sacrificio que nuestro Señor Jesucristo hizo en la cruz del calvario, para que ahora nosotros tengamos el privilegio de ser llamados HIJOS DE DIOS.
Recuerda que la Biblia hay que leerla, creerla y vivirla.
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