Seguimos en esta encrucijada, aventurándonos en la palabra de Dios, en estas reflexiones maravillosas, realizadas a la luz del libro (a mi parecer) más maravilloso que la humanidad haya podido recibir de regalo: la Biblia, las sagradas escrituras, donde al leer cada línea de esta hermosa obra de arte, realizada e inspirada por Dios, he podido encontrar la brújula de mi vida, mi verdadero norte, el propósito de mi vida, el amor inagotable de Jesús.
Y aunque me encanta leer innumerables libros, la Biblia es el que más recomiendo, una palabra llena de vida, llena del amor de Dios, que te direccionará hacia la verdadera humanidad, creada a la imagen de Dios. Sigamos escudriñando esta hermosa palabra con la ayuda del precioso Espíritu Santo.
“Miren cuánto nos ama Dios el Padre, que se nos puede llamar hijos de Dios, y lo somos. Por eso los que son del mundo no nos conocen, pues no han conocido a Dios.” (1 Juan 3:1)
SOMOS HIJOS DE DIOS
Qué gran amor ha derramado el Padre sobre nosotros, y como hablamos en las reflexiones anteriores, que Él, aun sabiendo que nosotros éramos pecadores se entregó a sí mismo en la cruz del calvario. ¡Se nos puede llamar hijos de Dios, y lo somos! Qué maravillosa declaración nos deja el apóstol Juan en su primera carta.
Ahora esto no es algo que seamos sólo por nacer, pues al nacer somos creación. Ahora recordemos que Jesús insistió cuando hablaba con Nicodemo, aquel fariseo tan famoso, un miembro respetable del sanedrín judío en aquel tiempo, una insistencia en un tema muy especifico, Él dijo: “Te aseguro que el que no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios” (Juan 3:3). Debemos nacer de nuevo y nacer como hijos de Dios.
“Pero a quienes lo recibieron y creyeron en Él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios.” (Juan 1:12)
¡Imagínate solamente la magnitud de este privilegio divino!, sólo al recibir a Jesús en nuestra vida, abrirle nuestro corazón, sinceramente entregar nuestra vida a Él, creyendo, que Él es el verbo de Dios encarnado, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, el príncipe de paz, el Dios admirable, nuestro Señor y Salvador, el hijo unigénito de Dios. Al contemplar y al vivir esa verdad, Dios te da el certificado de adopción, desde ese mismo instante te conviertes en su hijo(a), gozas de todos los privilegios de un verdadero hijo sanguíneo, porque has aceptado una transfusión de sangre completa. La sangre de Cristo limpió tu vida, naciste de nuevo y eres una nueva criatura. Inmediatamente Dios escribe tu nombre en el libro de la vida, haciéndote heredero del reino, te has convertido en un hijo del rey.
“Y porque ya somos sus hijos, Dios mando el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones; y el Espíritu clama: ¡Abba! ¡Padre!. Así pues tu ya no eres esclavo, sino hijo de Dios; y por ser hijo suyo, es voluntad de Dios que seas también su heredero.” (Gálatas 4:6-7)
Tenemos el privilegio de ser coherederos juntamente con Cristo, bendecidos juntamente con Él, con toda bendición espiritual. Tenemos el tesoro real a nuestra disposición, lleno de promesas y de oportunidades, que sólo la disfrutan aquellos que tienen este privilegio: el de encontrar a Dios y enamorarse perdidamente de su presencia. A los que le aman todas las cosas le ayudan a bien, todas las promesas se cumplen sobre ellos. No desperdicies más tu tiempo, conviértete en un heredero del reino, si llamamos a Dios Padre, empecemos desde este momento a comportarnos como sus hijos.
“Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados” (Efesios 5:1) NVI
“Ustedes son hijos de Dios, y él los ama. Por eso deben tratar de ser como él es.” (Efesios 5:1) Biblia en Lenguaje Sencillo - BLS -
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