Simón Pedro le preguntó a Jesús: “Señor, ¿a dónde vas a ir?”. Jesús le respondió: “Ahora no puedes venir conmigo. Pero después sí vendrás”. Pero Pedro insistió: “¿Por qué no puedo acompañarte ahora, Señor? ¡Estoy dispuesto a morir por ti!”. Jesús le contestó: “¿En verdad estás dispuesto a morir por mí? Te aseguro que, antes de que el gallo cante, tres veces dirás que no me conoces”. Juan 13:36-38
Pedro amaba al Señor. Lo seguía a donde quiera que Él fuera. Cuando ya llegaba el tiempo en que Jesús debía morir, Él les revela a sus discípulos que era necesario que se fuera. Pedro muy seguro, le dijo a Jesús que quería ir con Él. Pedro le estaba casi que jurando a Jesús que lo amaba y que estaría dispuesto a morir por Él. Pero Jesús sabía que Pedro lo negaría. Sabía que esa promesa de “iré contigo hasta donde sea” se rompería por Pedro.
Cuántas veces le prometemos al Señor cosas que luego no cumplimos. Cuántas veces le decimos “Ya no pecaré en esta área de mi vida”, “Señor, ya me alejé de esa gente y de mis vicios, no volveré a lo mismo”, “Jesús, no voy a fallarte otra vez”. Y volvemos a hacerlo. Jesús SABE que pecaremos y que de algún modo, al igual que Pedro, lo negaremos.
Y es allí cuando ocurre lo sobrenatural, algo que a los humanos no se nos ocurriría: El perdón y amor divino. Déjame contarte cómo fue el reencuentro de Pedro con Jesús luego de la negación. Cristo ya había muerto y resucitado.
“Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Él le respondió: “Sí, Señor. Tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Entonces cuida de mis seguidores, pues son como corderos”. Jesús volvió a preguntarle: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Pedro le contestó: “Sí, Señor. Tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Entonces cuida de mis seguidores, pues son como ovejas”. Por tercera vez le dijo: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Pedro se puso muy triste de que tres veces le había preguntado si lo quería. Entonces le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero””. Juan 21:15-17
Pedro estaba arrepentido. Pedro sabía que le había fallado al Señor aún habiéndole prometido fidelidad hasta el fin. A nosotros nos pasa lo mismo que a Pedro. Le decimos a Dios que pase lo que pase le serviremos, que lo seguiremos, que le obedeceremos; pero fallamos. Claro que estaremos arrepentidos, pero no sabemos cómo acercarnos a Jesús nuevamente.
Creemos que Él estará sentado golpeando su pie en pose de regaño, señalándonos con un dedo y diciéndonos: “TE LO DIJE”, “TE DIJE QUE ME FALLARÍAS”, “TE LO DIJE HIJO”. ¡Pero no! Por amor y misericordia Jesús sólo nos pregunta: “¡¿ME AMAS?!”. Jesús no te regaña, entiéndelo de una vez. Cuando pecas, Él sigue ahí esperándote, preguntándote una y otra vez si Lo amas. ¿Por qué una y otra vez?
Porque lo curioso, de estos dos versículos, es lo siguiente: Pedro lo negó tres veces, Jesús le preguntó dos veces si lo amaba y una vez si lo quería. ¿Crees que es coincidencia? ¡Claro que no! Y yo te respondo: POR CADA VEZ que le falles, Jesús te preguntará SI LO AMAS, no te dirá “te lo dije”.
Quiero que de esto aprendamos dos lecciones.
La primera, es que lo que prometamos al Señor debemos cumplirlo. Si prometemos algo, y el Señor nos muestra que le fallaremos, mejor callemos nuestra boca y esperemos a que Él nos guíe y moldee.
La segunda, es que Dios nos preguntará siempre, y quizás ahora te esté preguntando: ¿Me amas? ¿Me amas? ¿Me quieres, hijo, hija? No es para que te sientas triste, sino para que entiendas hoy la grandeza de nuestro Señor. Sé que te avergüenzas muchas veces de acercarte a Cristo cuando le has fallado, pero ya no sigas lejos de Él.
A veces, como Pedro, Jesús nos lo preguntará tres veces hasta que respondamos. Y es que nosotros creemos que como nuestro Señor sabe que en el fondo lo amamos, no es necesario decírselo. Pero sí es necesario. Cristo te está esperando. Cristo te está preguntando: ¿Me amas?
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