Si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, Dios, su Padre que está en el cielo, los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco su Padre los perdonará a ustedes. Mateo 6:14-15
El devocional del día quizás les resulte algo largo, pero Dios ha tocado mi corazón y me ha hecho ver que muchos de Sus hijos no pueden crecer espiritualmente ni socialmente por guardar rencor en su corazón. Tristemente muchas personas viven de su pasado, en vez de contar su pasado. El daño que les han hecho no les hace vivir su presente de forma feliz aún así teniendo a Cristo en sus vidas. Hay un sentimiento, un resentimiento, un dolor, una herida, que aún no ha sanado.
Para comenzar, quiero contarte una historia de la Biblia.
“En el reino de Dios sucede algo parecido a lo que cierta vez sucedió en un país. El rey mandó llamar a sus empleados para que le informaran cómo andaban sus negocios y para que le pagaran todo lo que le debían. Cuando comenzó a sacar cuentas, le llevaron un empleado que le debía sesenta millones de monedas de plata. Como el empleado no tenía dinero para pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa y sus hijos, y que vendieran también todo lo que tenía. Así, con el dinero de esa venta, la deuda quedaría pagada. Pero el empleado se arrodilló delante del rey y le suplicó: “Señor, deme usted un poco más de tiempo y le pagaré todo lo que le debo”. El rey sintió compasión de su empleado y le dijo: “Vete tranquilo; te perdono todo lo que me debes”. Al salir del palacio del rey, ese empleado se encontró con un compañero que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y le dijo: “¡Págame ahora mismo lo que me debes!”. El compañero se arrodilló delante de él y le suplicó: “Dame un poco más de tiempo y te lo pagaré todo”. Pero aquel empleado no quiso darle tiempo, y mandó que metieran a su compañero en la cárcel, hasta que pagara el dinero que le debía. Los otros compañeros, al ver lo que había pasado, se molestaron mucho y fueron a contárselo al rey. Entonces el rey mandó llamar a aquel empleado y le dijo: “¡Qué malvado eres! Te perdoné todo lo que me debías, porque me lo suplicaste. ¿Por qué no tuviste compasión de tu compañero, así como yo la tuve de ti?”. El rey se puso furioso, y ordenó que castigaran a ese empleado hasta que pagara todo lo que le debía. Jesús terminó diciendo: “Lo mismo hará Dios mi Padre con cada uno de ustedes, si no perdonan sinceramente a su hermano”.” (Mateo 18:23-35)
“Perdonar es olvidar”. Es cierto, cuando tú perdonas de forma sincera debes de olvidarte del daño que te han causado sin importar la gravedad de lo que ha sucedido. Lamentablemente, hemos cambiado el “Perdonar es olvidar” por el “Fuimos perdonados y lo olvidamos”.
Imagino al hombre, que debía millones de monedas de plata, de rodillas, llorando, implorando perdón. Su rey tuvo compasión de él y le perdonó su deuda, lee bien LE PERDONÓ SU DEUDA, no se la pospuso, directamente le perdonó el total de la deuda.
Y pareciera que a las pocas horas de salir del palacio del rey, el hombre había olvidado que había sido perdonado de una deuda millonaria. Se cruzó en el camino con un amigo, quien tan sólo le debía cien monedas de plata, y no tuvo compasión. Lo mandó a prisión, lo trató de mal modo, pensó en sí mismo. ¿Te sientes identificado? Por eso a ti te recuerdo, que fuimos perdonados y lo estamos olvidando.
No quiero que cometamos el mismo error que el hombre de aquella historia. Y lo nuestro créeme que tiene un precio incalculable. No estamos hablando de deber millones de dólares, estamos hablando de que le debemos LA VIDA al hijo de Dios.
Hermano, hermana, amigo, amiga, es tiempo de perdonar. Sé que guardas rencor en tu corazón por algún hecho de tu pasado. Quizás te han causado tanto daño, te han hecho una herida tan grande, que tu perdón no pudo ser sincero aún. No podemos vivir del pasado. No podemos permitir que lo que nos han hecho determine el cómo viviremos nuestras vidas.
Hoy aprendí a perdonar. Hasta hoy he cargado durante casi un año una carga muy pesada. Pero ya no más, no viviré un día más teniendo ese rencor dentro. Perdonar es recordar, recordar que yo también fui perdonada. Si a mí o a ti nos han hecho daño, imagina cuánto daño tú y yo le hemos hecho a Dios por nuestras rebeliones, nuestras burlas, nuestras dudas.
Jesús murió, renunció a la vida, para perdonar nuestros pecados. Es tiempo que perdonemos, para darle valor a la muerte de nuestro Salvador y renunciar al daño que nos han hecho. No sigas un día más de tu vida con esa carga. Toma la decisión hoy mismo, ahora mismo. ¿Perdonas o no perdonas? ¿Haces valer lo que Cristo hizo por ti o no? ¿Decides dejar de vivir de tu pasado o no? A partir de hoy mi carga quedó en manos de Dios, espero que la tuya también. Claro que duele, pero es un proceso, Él prometió cambiar mi tristeza en baile y sé que mañana, estaré bailando con Él.
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