“No os engañéis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”. (1 Corintios 15:33)
Los muros de Facebook de cada uno de nosotros dicen una cosa, pero nuestros inbox dicen otra.
Lamentablemente, muchas veces, así somos en nuestro diario vivir. Ya no queramos engañarnos a nosotros mismos, no se puede. Mucho menos se puede engañar a Dios.
Podemos fingir miles de cosas en nuestro exterior, pero en nuestro interior, tenemos la realidad de lo que somos. Muchas veces hemos hablado tanto, que creamos mucho ruido y no dejamos que nuestros actos se vean y escuchen. Nuestra lengua dice una cosa, pero nuestro corazón dice otra.
Las malas conversaciones que tenemos desde nuestro Facebook, trabajo, escuela o barrio, determinan nuestras convicciones. ¿Qué pasa si Jesús saca a luz todos tus verdaderos sentimientos? ¿Qué pasa si alguien publica todos tus inbox?
Duramente, nos preocupamos más por nuestro Facebook que por nuestra intimidad con Dios. Debemos cuidar todo lo que hablamos, porque una palabra puede hacernos presos de nuestros actos. ¿Cómo? ¡Sí! Ni cuenta te puedes dar cuando prometes algo y luego quedas de irresponsable por no cumplir lo que dices.
En tus sentimientos, muchas veces has dicho que no cuando quieres que sea un sí, o al contrario. Pero, el gran problema es que cuando hablas demasiado, no siempre dices algo.
Pero, sobre todo debemos tener presente que de la abundancia del corazón habla la boca, dice la Biblia. Lo que hablas día con día es lo que tienes en tu corazón. Si hablas de sexo, sexo tienes en tu corazón. Si hablas de fútbol, fútbol tienes en tu corazón. Si sólo criticas ¿Qué tienes en tu corazón? Amor, no creo que sea.
Recuerda que Dios todo lo sabe. A los hombres los puedes engañar muy fácil. Pero, a Dios jamás lo podrás engañar.
Si en algún momento Dios proyectara lo que tus ojos han visto durante el día, ¿Tendrías la tranquilidad que lo hiciera o te daría temor?
Nunca dejes que tus actos se presten a segundas interpretaciones. Siempre debes ser honesto para actuar. Si es mentira, mentira será por siempre. Pero, la verdad no necesita que nadie la defienda, se sostiene por ella misma.
Recuerda que la Biblia hay que leerla, creerla y vivirla.
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