Los Judíos, por tanto, discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo puede este darnos de comer su carne?. Juan 6:52 (NBLH)
Muchas veces en nuestra vida Dios actúa de formas inexplicables. Pero, nuestra lógica no nos permite creer lo que Dios hace en nuestra vida.
Esto es más regular de lo que creemos. No sucede sólo en ateos o cualquier tipo de secta. Esto, lamentablemente, sucede en nosotros los hijos de Dios. Muchas veces cuestionamos a nuestro Padre en el propósito que Él tiene con nosotros.
Uno de los mayores problemas que tenemos es la impaciencia. Creemos que Dios se ha olvidado de nuestras peticiones o de nuestros sueños, pero no es así. Lo único que Dios hace es probar nuestra convicción en Él.
Dios en todo ese proceso nos moldeará para ser mejor hijos de Él para su gloria. Con esto quiero que nos quitemos una frase que ya es un cliché en nosotros los cristianos. Nosotros no vivimos para ser mejores personas, esa frase es del humanismo. Notros vivimos para darle la gloria a Dios. Es verdad que somos mejores personas, pero ese no es el centro de nuestra vida, porque mejores personas todos pueden ser y sin conocer a Dios. Nosotros vivimos para la gloria eterna de Dios.
¿Qué es la gloria de Dios? Es la suma, en conjunto, de todos los atributos de Él. O sea, vivir para la gloria de Dios es que esos atributos, los frutos del Espíritu Santo, se reflejen en nuestra vida. Ese es el propósito de, nosotros, los hijos de Dios, vivir para su gloria eterna.
Pero, el problema es que sólo leemos la Biblia para conocer de Dios, no para glorificar a Dios, conociendo el testimonio de nuestro Señor Jesucristo.
Para poder vivir para gloria de Dios, es necesario tener la convicción, la fe, en nuestro Dios y solo en Dios.
Callemos y creámosle a Dios. Dejemos de cuestionar tanto a nuestro Dios e iniciemos a vivir por fe. Iniciemos a actuar por fe. Iniciemos a creer por fe. Pero, todo esto es para la gloria de Dios. Todo, pero todo, es para la gloria eterna de Dios.
Este debe ser el centro de nuestra vida: Vivir para la gloria de Dios. Solo así podremos, en realidad, agradar a Dios.
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