¿Qué sucede en ese momento cuando Jesús entra a tu vida? En primer lugar, Él te salva de tus pecados y del castigo eterno en el infierno que merecías por ellos. Eso se llama salvación o regeneración, y tiene que ver con lo que sucede en tu corazón: Dios te da una vida nueva.
En segundo lugar, Él te justifica. La justificación significa que puedes estar ante la presencia de Dios, porque Él ha quitado todos tus pecados y te ha otorgado su perdón. ¿No es asombroso? Cuando recibes a Jesucristo en tu vida, estás completamente perdonado. La Palabra de Dios nos dice: "Hermanos, ¡escuchen! Estamos aquí para proclamar que, por medio de este hombre Jesús, ustedes tienen el perdón de sus pecados. Todo el que cree en él es declarado justo ante Dios, algo que la ley de Moisés nunca pudo hacer" (Hechos 13: 38 - 39). Hablando de nuestros pecados, Dios dice: "Nunca más me acordaré de sus pecados y sus transgresiones" (Hebreos 10: 17). ¡Qué promesa maravillosa!
Sin embargo, la justificación es más que el perdón, la eliminación de la culpa y de la condenación que acompañan al pecado. Aunque Dios ha quitado tus pecados y te ha perdonado, Él también ha puesto la justificación perfecta de Jesuscristo a tu favor. No tienes que merecerla o tratar de alcanzarla. Es tuya como un regalo de gracia del Dios que te ama. Para entender la justificación completamente, lee los siguientes pasajes.
1.- Dios nos promete su perdón por gracia
1º Juan 1:9 "Pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad". La palabra confesar significa: <<decir lo mismo que otro>> o <<estar de acuerdo>>. Confesar quiere decir que estamos de acuerdo con Dios acerca de nuestro pecado. Vemos las cosas como Él las ve. Sabemos que Dios odia al pecado, por lo tanto, si realmente confesamos nuestro pecado, en esencia sentimos lo mismo que Dios siente con respecto a lo que hemos hecho. Después de haber cometido ese pecado estaremos decididos a echarlo fuera de nuestra vida y nunca más volver a hacerlo. Esa es una confesión verdadera en el sentido bíblico. La razón por la que muchos creyentes no experimentan el perdón y el gozo que desean es porque ¡No han confesado realmente su pecado! Una vez que cumplimos con los requisitos de Dios, estamos en condiciones de conocer su perdón por gracia. Tal vez no nos sintamos <<perdonados>>, pero lo estamos. Su Palabra lo dice.
2.- Dios nos ha hecho perfectos, moral y espiritualmente
Romanos 5:1-2 "Por lo tanto, ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios". Cuando Dios nos hace justos ante sus ojos, lo hace poniendo toda la justicia de Cristo a nuestro favor. Esto nos hace perfectos ante Él, moral y espiritualmente. Tenemos todo lo que necesitamos para vivir una vida plena y abundante. Hasta este punto, la salvación ha sido responsabilidad de Dios. De aquí en adelante continúa siendo su responsabilidad, con la excepción de que nosotros ahora somos de la sabia inversión de nuestra salvación, o sea, que estamos comprometidos a vivir como Dios quiere que vivamos. Es como si tu cuenta bancaria estuviera vacía y alguien te hiciera un depósito millonario. Tú decides lo que harás con ese dinero.
3.- Dios nos llama sus hijos
3.- Dios nos llama sus hijos
Lucas 15:11-32 "Para ilustrar mejor esa enseñanza, Jesús les contó la siguiente historia: <<Un hombre tenía dos hijos. El hijo menor le dijo a padre: "quiero la parte de mi herencia ahora, antes de que mueras". Entonces el padre accedió a dividir sus bienes entre sus dos hijos. Pocos días después, el hijo menos empacó sus pertenencias y se mudó a una tierra distante, donde derrochó todo su dinero en una vida desenfrenada. Al mismo tiempo que se le acabó el dinero hubo una gran hambruna en todo el país, y él comenzó a morirse de hambre. Convenció a un agricultor local de que lo contratara, y el hombre lo envió al campo para que diera de comer a sus cerdos. El joven llegó a tener tanta hambre que hasta las algarrobas con las que alimentaba a los cerdos le parecían buenas para comer, pero nadie le dio nada. Cuando finalmente entró en razón, se dijo a sí mismo: "En casa hasta los jornaleros tienen comida de sobra, ¡y aquí estoy yo muriéndome de hambre!" Volveré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de que me llamen tu hijo. Te ruego que me contrates como jornalero." Entonces regresó a la casa de su padre, y cuándo todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de que me llamen tu hijo". Sin embargo, su padre dijo a los sirvientes: "Rápido, traigan la mejor túnica que haya en la casa y vístanlo. Consigan un anillo para su dedo y sandalias para sus pies. Maten el ternero que hemos engordado. Tenemos que celebrar con un banquete, porqué este hijo mío estaba muerto y ahora ha vuelto a la vida; estaba perdido y ahora ha sido encontrado". Entonces comenzó la fiesta. Mientras tanto, el hijo mayor estaba trabajando en el campo. Cuando regresó, oyó el sonido de música y baile en la casa, y preguntó a uno de los sirvientes qué pasaba. "Tu hermano ha vuelto -le dijo- y tu padre mató el ternero engordado. Celebremos porque llegó a salvo". El hermano mayor se enojó y no quiso entrar. Su padre salió y le suplicó que entrara, pero él respondió: "Todos estos años, he trabajado para ti como un burro y nunca me negué a hacer nada de lo que me pediste. Y en todo este tiempo, no me diste ni un cabrito para festejar con mis amigos. Sin embargo, cuando este hijo tuyo regresa después de haber derrochado tu dinero en prostitutas, ¡matas el ternero engordado para celebrar!. Su padre le dijo: "Mira, querido hijo, tú siempre has estado a mi lado y todo lo que tengo es tuyo. Teníamos que celebrar este día feliz. ¡Pues tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida! ¡Estaba perdido y ahora ha sido encontrado! “.
Esta historia increíble nos ilustra lo que sucede cuando una persona se aparta de sus pecados y se vuelve a Dios. Primero, observa que el padre de la historia no le dio a su hijo pródigo lo que merecía: volverle la espalda. De la misma manera no recibimos de Dios lo que merecemos: el castigo por nuestro pecado. Segundo, el joven recibió lo que no merecía: el derecho y el privilegio de ser hijo. De la misma manera, aunque no somos dignos de ser llamados hijos de Dios, Él nos llama sus hijos.
En resumen, Él no nos da lo que merecemos (juicio). Él nos da lo que no merecemos (perdón y justificación).
Hablando de hijos e hijas, sigue leyendo para ver cómo te ha adoptado Dios en su familia.
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