sábado, 21 de mayo de 2011

Adoptados y seguros



Hemos visto lo que sucede cuando somos regenerados (cuando Cristo viene a nuestra vida) y cuando somos justificados (cuando Dios perdona nuestros pecados y los reemplaza por su justicia). Ahora veamos otra maravilla increíble que Dios ha hecho por nosotros. ¡Él nos ha adoptado en su familia como hijos! 

Adopción significa <<tener los derechos de un hijo>>. En esencia, has recibido todos los derechos de hijo de Dios como si hubieras nacido en su familia. La historia del hijo pródigo ilustra esto (Lucas 15: 11 - 32). El hijo descarriado pensó que, después de irse de su casa, ya no lo iban a considerar como un hijo, sino como un sirviente. Para su gran sorpresa, cuando hizo el largo viaje hacia su casa, su padre lo recibió con gusto y lo llenó de besos. Después dio órdenes para que trajeran el mejor vestido y pusieran un anillo en su dedo, lo cual simbolizaba sus derechos completos como hijo. ¡Esto es exactamente lo que Dios ha hecho por ti! Toma un tiempo ahora para examinar tres pasajes de las Escrituras que te dan la seguridad de tu adopción en la familia de Dios.

1.- Dios disciplina a sus hijos 

(Hebreos 12: 5 – 9) "¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les habló a ustedes como a hijos? Él dijo: <<Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor y no te des por vencido cuando te corrija. Pues el Señor disciplina a los que ama y castiga a todo el que recibe como hijo>>. Al soportar esta disciplina divina, recuerden que Dios los trata como a sus propios hijos. ¿Acaso alguien oyó hablar de un hijo que nunca fue disciplinado por su padre? Si Dios no los disciplina a ustedes como lo hace con todos sus hijos, quiere decir que ustedes no son verdaderamente sus hijos, sino ilegítimos. Ya que respetábamos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, entonces, ¿acaso no deberíamos someternos aún más a la disciplina del Padre de nuestro espíritu, y así vivir para siempre? 

Reconocer que ahora eres un hijo de Dios no es una esperanza distante sino una realidad presente. Una de las maneras que Dios te recuerda que eres su hijo es corrigiéndote y volviéndote al camino una vez más cuando te apartas de Él, como lo hace un padre amoroso. Antes de ser creyentes tal vez no nos sentíamos culpables por ciertas cosas que hacíamos o no hacíamos. Pero ahora que somos cristianos, el Espíritu Santo nos muestra cómo vivir, y eso incluye corregirnos. Él no hace esto porque nos odie, sino porque nos ama como lo que somos: sus propios hijos. Comprender esta verdad nos ayuda a reflexionar en nuestro comportamiento. 

2.- Tienes un Padre accesible 

Gálatas 4 : 6 "y debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar <<Abba Padre>>". El idioma arameo traduce la palabra abba, que aparece en este pasaje, como: <<querido Padre>>. Es una expresión que manifiesta el afecto de un niño hacia su padre. En nuestros días equivaldría a: <<papá>> o <<papi>>. Dios no quiere que lo veamos como un padre distante y desinteresado, sino como un padre amoroso y accesible a quien puedes acudir en cualquier momento porque eres su hijo.

3.- Sus promesas no están basadas en tus sentimientos 

1º Juan 5 : 11 - 13 "Y este es el testimonio que Dios ha dado: él nos dio vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Les he escrito estas cosas a ustedes, que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna."

Habrá momentos en tu vida cristiana cuando no vas a <<sentir>> la presencia de Dios. Tal vez hasta seas tentado a dudar de que Él haya venido a tu vida. Pero 1º Juan 5 : 13 no dice "Les he escrito estas cosas a ustedes, que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sientan que tienen vida eterna". Los sentimientos van y vienen, fluctúan de un día a otro. La Biblia tampoco dice: "Escribo esto para que tengan al esperanza -si Dios está de buen humor- de que tendrán vida eterna". Dice: "...para que sepan...". ¡La vida eterna es tuya! Afírmate en la promesa de Dios para ti. Estás perdonado, justificado, adoptado en su familia y seguro de tu salvación. ¡Esa es una maravillosa razón para regocijarte!



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