martes, 31 de mayo de 2011

De inqueribles a increíbles


Cuando Jesús se fue de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo: "¡Ven tras Mí!" Y levantándose, Lo siguió. Mateo 9:9



Jesús ya puso la mirada en nosotros, Jesús ya nos escogió para seguirle, Jesús quiere que le sigamos.


Cuando nuestro Señor llamó a Mateo, él estaba recogiendo impuestos. Esa era una profesión muy odiada por el pueblo de Israel. Sus mismos compatriotas odiaban a Mateo. Mateo no era bien visto por nadie. Mateo era un inquerible, pero para Dios era y es un increíble.


¿Cómo Jesús se puede juntar con ellos? Decían los fariseos. ¿Cómo Jesús se puede sentar a la mesa con ellos? Replicaban los mismos judíos. Para sorpresa de todos Jesús fue a la casa de Saqueo. Jesús le pide a Saqueo que quiere ir a comer a su casa. Jesús le pide que tome una decisión a Saqueo. Saqueo en ese momento realizó un acto público de amor a Jesús. No le dio pena, no le importó lo que la gente pensará al decirle ¡Sí! A Jesús.


Jesús no busca personas perfectas, Jesús perfecciona a las personas que busca. Cuando a nosotros Jesús nos llamó, Él sabía los defectos, errores o como le queramos llamar, que nosotros tenemos. Es más, Él sabe todas nuestras debilidades. De muchos sabe que mencionamos malas palabras, de otros es probable que ven pornografía, que se masturban; sabe miles de cosas. Sin embargo, quiere que seamos honestos, que seamos nosotros mismos delante de Él. Dios quiere que le contemos todo lo que nos pasa, sentimos, pensamos.

El amor de Dios sobrepasa todo entendimiento. El amor de Dios nunca deja de ser. El amor de Dios jamás busca lo suyo. El amor de Dios nunca lo vamos a entender.


Nosotros siendo tan infieles, tan pecadores; de ser inqueribles hemos pasado a ser increíbles. Ahora logramos sacar notas en nuestro centro de estudio que antes ni soñábamos tener, logramos ganar primeros lugares en competencias, hemos logrado amar sinceramente a las personas. Esa es la razón por la que Dios nos dice: “Bástate mi gracia”.



lunes, 30 de mayo de 2011

Confesar


Voy a confesar mi iniquidad, pues mi pecado me angustia. Salmos 38:18

Para ser cristianos en crecimiento tenemos que abandonar la capa del superman o de la superchica espiritual. Dios tiene el deseo de perdonarnos y de ver que superemos los obstáculos de la vida. Por eso no sólo nos ofreció la cruz para solucionar nuestra culpa, sino que nos regaló la disciplina de la confesión para que seamos capaces de sobreponernos al pecado.

A lo largo de la historia, la iglesia ha ido relegando algunas de las más sanas enseñanzas del Nuevo Testamento. Por el abuso de la Iglesia Católica, que redujo la confesión a un rito de contarle a alguien sin cara todo lo que hicimos mal para después tener que ir y repetir un montón de oraciones viejas; otras iglesias limitaron el uso de la confesión a tal punto que ya no se enseña de que se trata, y ni siquiera se nombra como una de las practicas cristianas.

La confesión no es un castigo para los niños que se portan mal. Es un paso de fe que damos diciéndole a Dios lo que hicimos mal. En el origen de la palabra confesión significa <<Decir lo mismo que>>. Esto quiere decir que si la Biblia dice que algo está mal, yo me confieso cuando, habiendo hecho eso, admito que lo que hice es pecado. No porque yo sienta o piense que es pecado sino porque lo dice la Biblia.

Dios quiere limpiarnos y animarnos, desea restaurarnos y volver a poner las cosas en su lugar. Ese es el propósito de la confesión. Si no confesamos nuestros pecados, estamos albergando cosas sucias dentro de nuestro ser.

No confesar es como nunca sacar la basura de la casa. Pronto se acumula el mal olor y nuestra conciencia empieza a molestarnos cada vez más. Uno de los problemas con los que se topa la confesión es que pensamos en la iglesia como si fuera una comunidad de santos al estilo medieval, cuando en realidad deberíamos considerarla un hospital de pecadores redimidos.

Yo he confesado varios pecados a mis amigos justamente para que me ayudaran a solucionarlos. El conocido Agustín de Hipona decía siglos atrás que la confesión de las obras malas es el comienzo de las obras buenas.

Lee y Medita: 1 Timoteo 2: 1-6

domingo, 29 de mayo de 2011

Recolectores de monedas


O supongamos que una mujer tiene diez monedas de plata y pierde una. ¿No enciende una lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo; ya encontré la moneda que se me había perdido." Les digo que así mismo se alegra Dios con sus ángeles por un pecador que se arrepiente. Lucas 15:8-10

En la Biblia, se nos muestra que Jesús enseñaba a través de parábolas, es decir, a través de ejemplos. Hay parábolas más conocidas que otras pero ninguna menos importante que otra. Jesús cuando habla de la parábola del pastor que cuida de sus ovejas y la parábola del hijo pródigo, en el medio habla de la parábola de <la moneda>. Ésta parábola no es muy conocida, pero deja una gran enseñanza.

Jesús habla de una mujer que perdió una moneda y que lo primero que hizo fue buscarla con cuidado hasta encontrarla. A lo largo de nuestra vida como cristianos, se nos presentan dificultades, se nos presentan pérdidas. El enemigo cuando sabe que tú estás en los caminos de Dios, buscará que pierdas tus monedas, que pierdas tu paz, que pierdas tu comunión con tu Padre, que pierdas las cosas que para ti son de valor.

Jesús te está diciendo: “¡BÚSCALAS DE NUEVO, ENCUÉNTRALAS! No permitas que el enemigo te quite esas cosas que Dios te ha dado como regalo”. Cuando tú pertenecías al mundo, si una <moneda> (o algo que para ti valía mucho) se te perdía, tú llamabas a tus amigos y vecinos para que te ayudaran a BUSCARLA.

Pero Dios a través de Jesús te dice: “Ahora que TÚ ME PERTENECES, te he dado el poder de encontrar las cosas que el enemigo te quitó solo. No necesitarás ayuda de nadie para recuperarlas, sólo la mía.” Y cuando tú encuentres la Paz que te han quitado, cuando todos tus problemas se resuelvan, cuando en tu casa ya no hayan discusiones, allí tendrás de nuevo todas las monedas que te pertenecían y podrás decir: Todo lo que el enemigo me quitó, me lo ha devuelto.

Por otro lado, en la segunda parte de la parábola Cristo nos dice que cuando alguien que estaba PERDIDO, vuelve a los caminos de Dios: En el cielo se festeja. Ahora tú te preguntarás ¿Por qué el título del devocional es “Recolectores de monedas”? ¿Qué tiene todo esto que ver?.

Déjame decirte algo, cuando Jesús nos dice en Marcos 16:15-16 << Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura. El que crea y sea bautizado será SALVO. >> en realidad nos está diciendo: Sean recolectores de monedas para Dios. Esas monedas son quienes están perdidos con las cosas de éste mundo. Esas monedas son las almas valiosas para Dios que el enemigo tiene en sus manos. ¡Se un recolector de esas monedas! Fuimos creados para anunciar la buena noticia: Dios tiene un plan de Salvación, Dios quiere recuperar sus monedas a través de ti.

Tú serás un gran recolector de monedas si te lo propones, es hora de que empieces a buscar lo que el enemigo te quitó a ti. Y cuando lo encuentres, ayuda a Dios a recolectar sus monedas. Nuestro Padre se alegra con sus ángeles cuando a través de nosotros, alguien vuelve a Sus caminos. Y por último no olvides que: ¡El enemigo está obligado a devolverte todo lo que te quitó porque tú eres un Hijo de Dios!.



sábado, 28 de mayo de 2011

Mi amada ovejita


Yo soy el buen pastor; y conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. Juan 10:11

¿Qué pasa cuando ves un rebaño de ovejas? Seguramente ves exactamente eso: un rebaño, simple y sencillamente eso, tan solo un montón de lana, tan solo un montón de pezuñas yendo de aquí para allá. No ves una oveja, ves ovejas. Todas iguales y ninguna diferente, eso es lo que ves. Pero el pastor no lo ve de esa manera. Para el pastor cada oveja es diferente una de la otra. Cada cara es especial para él. Cada una tiene una historia diferente y cada oveja tiene un nombre especial. La de los ojos tristes, esa es Connie. Y a esa oveja traviesa la llamó Danny. Y aquel pequeño triste del rincón que está pasando por un mal momento, lo llamó Lucas. El pastor conoce muy bien a sus ovejas. Las llama por su nombre.

Cuando vemos un montonal de personas, vemos exactamente eso: un montonal. Llenando un estadio o en los centros comerciales, en los parques. Cuando vemos un montonal de personas, vemos gente, no personas, sino gente. Una manada de humanos yendo de aquí para allá, un rebaño de rostros. Eso es lo que vemos.

Pero no lo ve así el Pastor, para Él cada rostro es diferente. Cada cara tiene una historia. Cada rostro es un joven. Cada joven tiene un nombre. La de los ojos tristes y llorosos, su nombre es Diana. Y ese joven travieso su nombre es Alex, y aquella pequeña triste del rincón que está pasando por un mal momento, su nombre es Ale.

El Pastor conoce a cada una por su nombre, Él las conoce perfectamente. El pastor te conoce a ti, conoce tu nombre y nunca lo olvidará  << En las palmas de las manos te tengo esculpida >> Isaías 49:16.

¡Él te conoce tan bien que tiene escrito tu nombre en sus manos! ¡Qué SORPRENDENTE, ¿No te parece?! Quizás tu nombre lo veas alguna vez en diplomas o en algunos sitios especiales, pero pensar que tu nombre está en las manos de Dios y en los labios de Dios ¡Simplemente es increíble!

Sé que es difícil creer que Dios conoce tu nombre. Pero sí, lo conoce. Escrito en su mano está. Expresado por su boca. Susurrado por sus labios. Tu nombre. Y no solo el nombre que ahora tienes, sino el nuevo nombre que Él te tiene reservado. Un nuevo nombre que El te dará si vencieres (Apocalipsis 2:17), pero ese es otro tema.

Tristemente hay ovejas solitarias y rezagadas, que tropiezan en la oscuridad con una maraña de emociones y temores cada vez mayores. Con ojos nostálgicos y las mejillas manchadas por las lagrimas, caminan sin rumbo, sin estar seguras de su camino; desean la dirección de la vara del pastor, cojeando anhelan el toque del gentil pastor. Muchas llegan a escuchar el sonido de una voz que llama su nombre. El alivio inunda su cansado corazón cuando el pastor las levanta sobre sus hombros. Lagrimas de gratitud llenan sus ojos cuando Él sana sus golpes y magulladuras. La Biblia dice que todos, como ovejas, nos hemos extraviado. Pero JESUS nos llama, nos cuida y nos lleva a casa.

Él no te tiene olvidado. Él está más cerca de lo que puedes creer. Dios te conoce íntimamente. Te recibe y adopta para que tú le cuentes tus problemas. Él ha ofrecido llevar tus cargas. Su bondad toca los rincones más profundos de tu corazón, dándote consuelo, seguridad y paz. Él conoce tus penas secretas, también conoce los deseos de tu corazón. Conoce tu color favorito, tus flores favoritas, tus ideas favoritas. Jesús sabe lo que te llena de gozo y sin lugar a dudas Él sabe como sorprenderte. Sabe lo que siempre has anhelado.

Uno por uno Jesús cuida de sus ovejas de manera individual. Personalmente se ocupa de nuestras necesidades. Todos recibimos de Su amor.