Cuando Jesús se fue de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo: "¡Ven tras Mí!" Y levantándose, Lo siguió. Mateo 9:9
Jesús ya puso la mirada en nosotros, Jesús ya nos escogió para seguirle, Jesús quiere que le sigamos.
Cuando nuestro Señor llamó a Mateo, él estaba recogiendo impuestos. Esa era una profesión muy odiada por el pueblo de Israel. Sus mismos compatriotas odiaban a Mateo. Mateo no era bien visto por nadie. Mateo era un inquerible, pero para Dios era y es un increíble.
¿Cómo Jesús se puede juntar con ellos? Decían los fariseos. ¿Cómo Jesús se puede sentar a la mesa con ellos? Replicaban los mismos judíos. Para sorpresa de todos Jesús fue a la casa de Saqueo. Jesús le pide a Saqueo que quiere ir a comer a su casa. Jesús le pide que tome una decisión a Saqueo. Saqueo en ese momento realizó un acto público de amor a Jesús. No le dio pena, no le importó lo que la gente pensará al decirle ¡Sí! A Jesús.
Jesús no busca personas perfectas, Jesús perfecciona a las personas que busca. Cuando a nosotros Jesús nos llamó, Él sabía los defectos, errores o como le queramos llamar, que nosotros tenemos. Es más, Él sabe todas nuestras debilidades. De muchos sabe que mencionamos malas palabras, de otros es probable que ven pornografía, que se masturban; sabe miles de cosas. Sin embargo, quiere que seamos honestos, que seamos nosotros mismos delante de Él. Dios quiere que le contemos todo lo que nos pasa, sentimos, pensamos.
El amor de Dios sobrepasa todo entendimiento. El amor de Dios nunca deja de ser. El amor de Dios jamás busca lo suyo. El amor de Dios nunca lo vamos a entender.
Nosotros siendo tan infieles, tan pecadores; de ser inqueribles hemos pasado a ser increíbles. Ahora logramos sacar notas en nuestro centro de estudio que antes ni soñábamos tener, logramos ganar primeros lugares en competencias, hemos logrado amar sinceramente a las personas. Esa es la razón por la que Dios nos dice: “Bástate mi gracia”.