jueves, 14 de marzo de 2013

Todo va a estar bien










Hay etapas en las que necesitamos un refuerzo, cambiar lo que no nos gusta de nosotros e inclusive lograr que las circunstancias en las que estamos cambien para bien. Es que en lo más profundo, en nuestra alma – hasta los que con su actitud aparentan que no –, todos deseamos saborear la sensación de quietud, de paz, de tranquilidad.

¿Por qué la ansiedad se ha vuelto tan común? Eso lo podes responder vos mejor que yo: La frustración de no encontrar un trabajo; la confusión de decidir si debes luchar o no por algo o alguien; la incertidumbre de “qué pasará” ahora que se acercan cambios radicales en tu trabajo  o que estás a punto de culminar tu carrera. Y el panorama te resulta desalentador o te amedrenta. Ahí es cuando tienes que usar tu capacidad de raciocinio y recordar que hay alguien que está con vos inclusive en esos momentos confusos, es probable que ya hayas oído de él, o que te suene ajeno, hablo del Espíritu Santo: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.  (Romanos 8:26). 

Partiendo de esto, te encaminas en una vía correcta que conduce a:
-        -La solución del problema; y lo mejor,
-        -a un nuevo nivel de madurez que te haga crecer como persona. 

Esta última significa, desafiar la situación con la frente en alto. La otra opción es elegir sólo sobrevivir, salir de ella raspado, casi agonizante,  pero al final, sentís simplemente eso, que “sobreviviste”, pero no aprendiste nada. Por ejemplo: ¿Qué pasa cuando vas a un curso, te hacen un examen y no aprendiste nada? ¡Te lo repiten no?! Pero si sí aprendiste, te pasan a un nuevo nivel, a uno mejor. ¿Qué elegís? ¿Acaso no sería mejor pasar por ese examen una sola vez?

Tomar la decisión correcta no es tan difícil como creemos. Podrías comenzar por ver todo en un largo plazo; y tu perspectiva del problema y de la solución se clarificará aun más.

Imagina que tomaras una pastilla para el dolor de cabeza, y esa pastilla lo calma, sí, sin embargo después reaparecer, otra pastilla, lo calma de nuevo, sí; Pero al final, resulta que sólo ocultabas el síntoma de algo peor, un tumor por ejemplo. Reconozco que el ejemplo suena duro, demasiado drástico,  pero en la vida real es bastante similar: las soluciones rápidas que tomamos derivan en un caos y angustia cuando no ha sido la decisión correcta. 

“No mires el vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa, entra suavemente pero al final…” Dice un proverbio del libro de Salomón (Proverbios 23:31); hay “soluciones” que parecen ser esa “burbuja de aire” cuando sentís que te ahogas, “la luz al final del túnel”…Pero, no porque algo parezca, significa que es

Es ahí cuando entra en juego la sabiduría para  comenzar, tendrías que ser capaz de entender lo que es bueno para vos y lo que no, entonces planteas las opciones (O te dejas guiar por el aprendizaje que te dejaron experiencias anteriores, o piensas en dar un paso de fe).

La dificultad que pases para llegar a una respuesta radica en tu nivel de crecimiento personal, de sabiduría: ¿¡Ves lo necesario qué es aprender?! Sabiduría es saber elegir la correcta, ¿cómo saberlo?  Guiado por el Espíritu Santo, no existirá margen de error; el resultado, créelo, será superior a lo que te hubieras imaginado. Así son los frutos de una decisión sabia (Santiago 3:17). 

Sin embargo debe mencionarte por si no lo sabías, pero el Espíritu Santo actúa sólo en aquellos que han creído en Jesús. No subestimes su poder.  (Juan 7: 37 - 39; y 14:17)
Mantén en mente que todo pasa con un propósito. Y de forma esperanzadora, me he dado cuenta que aún los errores cometidos, Dios siendo lo todopoderoso que es, los encamina a bien (Génesis. 50:15 al 20) Es alentador leer cuando el rey David escribe para Dios: “Delante y detrás me rodeaste, sobre mí pusiste tu mano, tal conocimiento es demasiado para mi…” (Salmo  139) Yo también lo creo. 

(Isaías 55: 6) Entonces todo va a estar bien, Sus planes son mejores! (Isaías 55: 8,9).


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