“Pero ningún hombre puede domar la
lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con
ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una
misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser
así.” (Santiago 3:8-10)
Todos sabemos que la lengua a pesar
que es un miembro pequeño es el que más dolor puede causar.
Muchas veces cuando hablamos no
pensamos en lo que estamos diciendo, todo esto sucede cuando estamos enojados o
alterados por alguna situación. El problema más grande que tenemos como seres
humanos es que no pensamos bien las cosas cuando estamos molestos.
Es por esta imprudencia de dejarnos
llevar por la ira que cometemos demasiados errores que después es muy difícil de
solucionarlos.
A través de estos versículos nos
damos cuenta que en ocasiones no meditamos las cosas que proceden de nuestra
boca.
Sabemos que nuestra vida es para
alabar a Dios. Vamos a la iglesia y con nuestra boca le adoramos, estamos en
comunión con Él y con nuestra boca oramos hacia Él.
En ese momento de adoración y
comunión con Él nos sentimos tan bien que las palabras que sale de nuestra boca
solo son para exaltarlo y agradecerle por todo lo bueno que es y ha sido con
nosotros.
Muchas veces hasta ni nos alcanzan
las palabras para decirle todo lo agradecidos que estamos con Él.
Es verdad que Dios se agrada con todo
esto, es mas, Él quiere que en todo momento nosotros estemos en comunión con y
que cada cosa que hagamos sea agradable ante sus ojos.
Por esta razón, es que si nosotros
con nuestra boca alabamos y adoramos a Dios y solo salen cosas buenas cuando
hablamos con Él. Lo mismo tiene que ser cuando nos expresamos de nuestros
hermanos o de las personas que nos rodean.
Ya que si decimos ser hijos de Dios y
que nuestra vida esta para adorarlo, tenemos que ser un reflejo verdadero de lo
que decimos.
Dios no quiere que con la misma boca
que nosotros exaltamos su nombre, sirva también para destruir a nuestro
prójimo, debemos refrenar nuestra lengua, debemos aprender a ser prudente y no
hablar cuando no es debido, ni mucho menos hablar cosas que pueden dañar a los
demás.
“En las muchas palabras no falta
pecado; mas el que refrena sus labios es prudente”. (Proverbios 10:19).
Cuando nosotros no meditamos en lo
que vamos hablar y solamente nos dejamos llevar por la emoción de la situación,
podemos llegar a cometer un pecado, por las palabras que con nuestra lengua
pronunciamos.
Muchas veces podemos estar hablando
con una persona o con un grupo de amigos y por estar hablando más de lo debido
podemos decir cosas que vayan a dañar a alguien más o incluso podemos decir
algo que en un futuro nos puede ocasionar un problema.
Por eso es bueno que cuando nos encontremos
en una situación de enojo, de alteración o de estrés no nos dejemos guiar por
el sentimiento que tenemos, sino que sepas dominar tú lengua, aprendamos a
quedarnos callado ante ciertas situaciones ya que si nosotros aprendemos a
hacer esto, dice la palabra de Dios que seremos prudentes.
¿Qué quiere
decir el que seamos prudentes? Esto quiere decir que cuando aprendemos a quedarnos
callados y no decir cosas que no nos convienen nos estaremos librando de muchos
problemas y también de dañar a alguien y al evitar esto estamos haciendo, que
de nuestra lengua no salga maldición.
Dios quiere que amemos a nuestro
prójimo, ya que también ha sido creado por Él, dice su palabra que todos hemos
sido creados a su imagen y semejanza. Si nosotros nos expresamos mas de las
demás personas; si lo criticamos por cosas que hay en ellos que no nos gustan;
no solamente estamos criticando a esa persona sino que también estamos hablando
mal de Dios, ya que esa persona es una creación de Dios pensada en Él en el
momento de darle vida.
Por lo tanto es muy importante que
meditemos en las cosas que estamos hablando, que analicemos de qué forma
nosotros nos estamos expresando de los demás, es bueno evaluar también si en ocasiones hablamos cosas que no son
apropiados hablarlas. Cuando hagamos esto nos daremos cuenta que hay ciertas
cosas que las podemos evitar y no solamente será un beneficio para nosotros
como hijos de Dios, sino que le estaremos demostrando a las personas que en
realidad nuestra vida es para agradarlo a Él.
Aprendamos a dominar nuestra lengua,
Dios nos la ha dado para que sirva para alabarlo a Él y para que también ayude
a los demás, dándoles un buen consejo, animándolos en los momentos difíciles,
motivándolos a realizar cosas buenas y sobre todo para llevarle su palabra a
todo aquel que necesita de Dios.
No permitamos que de la misma boca
que adora a Dios, salgan cosas malas que causen un mal a los demás. Seamos un
buen ejemplo para las personas que nos rodean.
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