jueves, 18 de julio de 2013

Un regalo que no merecíamos










“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8)

Sabemos que llegara el día en que partamos de este mundo porque son los días que Dios ha destinado en nuestra vida.

Algunos se preocupan por saber que hay más allá de la muerte, se preguntan a qué lugar iremos luego que morimos.

Muchos no quieren preocuparse por saber a donde irán luego que esto ocurra, ya sea por miedo; porque se nos ha enseñado que existe un cielo y un infierno y otros simplemente no quieren saber porque no creen que haya algo más después de nuestra muerte.

Se nos ha enseñado que depende de nuestro “comportamiento” durante nuestra vida, así será el lugar al cual iremos.

Todos aquellos que se preguntan a dónde iremos y que creemos que si hay un cielo o infierno, nos preocupa el hecho de saber que uno de esos destinos es de sufrimiento y es lógico que ninguno queremos vivir sufriendo.

Pero nos preocupa el hecho de saber que este destino depende de cómo nos comportamos en esta tierra. 

Se nos ha enseñado que para ir al cielo debemos portarnos bien, ayudar a los demás, no cometer pecado porque si lo hacemos nuestro destino será ir al infierno. Cuando sabemos esto al analizarlo podemos ver que ganarse esa vida en el cielo es bastante difícil; ya que por naturaleza somos pecadores y tendemos a hacer lo malo. Asique  al pensar en esto nos desmotivamos porque pensamos que jamás alcanzaremos esa vida eterna que nos espera en el cielo al lado de Dios.

Pero al escudriñar bien las escrituras su palabra nos dice algo totalmente diferente y que muchos de nosotros lo ignoramos.

La Biblia nos dice que nosotros somos  SALVOS por GRACIA. 

¿Pero que es Gracia? La Gracia es un regalo inmerecido, esto quiere decir que nosotros hemos recibido la vida eterna aun sin merecerlo, dice la palabra de Dios que esta salvación no es porque nosotros hayamos hecho algo sino que es un regalo que Dios nos ha hecho.

Al entender que no somos nosotros ni nuestro comportamiento que nos lleva a poder vivir una vida eterna junto a Dios en los cielos, se nos abre una nueva pregunta. ¿Que si es así de fácil como nosotros obtenemos salvación, simplemente por un regalo de Dios?.

Dios y su misericordia y amor son tan grandes que él decidió enviar a su hijo amado para que ese regalo fuera nuestro.

Sabemos que Jesús fue enviado por Dios; su padre para que por medio de su muerte fuéramos limpiados de todos nuestros pecados, de todas esas malas acciones que teníamos en nuestra vida.

Gracias a ese sacrificio es que hemos recibido perdón y podemos tener acceso a esa vida eterna que todos anhelamos. No alcanzamos el cielo por la buenas acciones que realicemos ni porque nuestro comportamiento haya sido el mejor.

“no por obras, para que nadie se glorié.” (Efesios 2:9)

Dios quiso que la salvación fuera únicamente a través de su hijo, no por esfuerzo de nosotros, para que de esa manera todos tuviéramos la oportunidad de alcanzar la vida eterna.

La salvación no la alcanzamos a través de nuestro propio esfuerzo o por tener que hacer algo para pagar por todos nuestros errores.

Dios nos da ese regalo, aun cuando no lo merezcamos por la clase de vida que muchas veces llevamos.

Pero ese regalo únicamente lo vamos a recibir haciendo una pequeña acción que no requiere de fuerza o sacrificio para obtenerlo.

“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios l levanto de los muertos, serás salvo.” (Romanos 10:9)

Lo único que debemos a hacer para que ese regalo sea efectivo en nosotros es confesar con nuestra boca, declarar que hacemos de Jesús nuestro Señor y salvador.

Debemos entregar nuestra vida a Dios para que ese regalo sea de nosotros, solamente debemos tomar esa decisión.

¿Pero porque Dios deja esta condición para hacer efectivo nuestro regalo?

Sabemos que Dios nos ha dado la libertad de escoger lo que nosotros queramos y de tomar las decisiones que deseamos.

En nuestras manos está la decisión de recibir ese regalo inmerecido sin hacer mayor esfuerzo que solamente entregar nuestra vida a Dios. 

Dios con su inmenso amor no quiso que nosotros pagáramos por nuestra salvación, él decidió enviar a su hijo en lugar de nosotros, no rechacemos ese regalo y no menospreciemos el sacrifico de Jesús en la cruz.

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