sábado, 13 de julio de 2013

Conociendo a mis autoridades











Uno de los mayores problemas que el ser humano enfrenta en la vida, es el no reconcomiendo a las autoridades.

Obedecer a Dios y someterse a las autoridades, es el deber de cada creyente. Dios quiere que entendamos que todas las personas en autoridad, han sido designadas y ordenadas por Él, por eso deben ser obedecidas y no tenemos opción al respecto. 

Debemos obedecer a quienes tienen autoridad sobre nosotros; La biblia dice en: (Romanos 12:1-2) “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.”

Dios no solo guía personalmente, sino que también nos dirige a través de su autoridad delegada, como: Padres, profesores, policías, jefes, gobernantes, pastores, líderes, mentores, entre otros.

Puesto que una autoridad delegada es alguien que representa la autoridad de Dios, esa persona debe ser obedecida. Ser irrespetuoso o desobediente a la autoridad delegada por Dios es semejante a ser irrespetuoso o desobediente con Dios mismo.

Las iglesias locales han enfrentado por mucho tiempo uno de los males más significativos que impiden que el reino de los cielos avance, causando divisiones y todo tipo de problemas, esto es por la falta de conciencia de recibir y someterse a la autoridad de pastores y de sus colaboradores, pasando por algo lo que el evangelio de Lucas escribe en una parábola que Jesús menciona, cuando envía a sus ministros a una vid para que los reciban como a Él, sin embargo a través de esta narración el Señor demuestra que quienes a sus enviados no reciben, no pueden recibir al hijo y por tanto no llegaran al padre, acarreando para sí Juicio.

Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo. Y a su tiempo envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.  Volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a éste echaron fuera, herido. Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando le vean a él, le tendrán respeto. Más los labradores, al verle, discutían entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra. Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: !Dios nos libre! (Lucas 20:9-16)

Es una obligación del creyente sujetarse a las autoridades terrenales o espirituales, ya que tal actitud no solamente edifica al cuerpo de Cristo en la tierra, sino que también evita acarrear los juicios individuales para aquellos que deliberadamente desobedecen a las autoridades establecidas por Dios en la tierra.

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