Luego de entregarnos a Cristo, la decisión más
importante de nuestra vida es decidir si casarnos o no y con quién.
Esta decisión condiciona todo el resto. Va a determinar
nuestro éxito ministerial, social, económico, emocional e incluso familiar.
Si decides conservar tu soltería a fin de dedicarte por
completo a lo que crees que vale la pena… ¡Qué bueno! No obstante, si tu deseo
es casarte, tener a alguien con quien compartir tu vida y formar una familia, aquí
te van dos consejos:
1.
Usa
el cerebro.
El corazón es el órgano que representa los sentimientos,
el romanticismo, el amor, pero nunca debe ser la única herramienta que utilices
para tomar esta decisión tan importante ni ninguna otra. Aunque el Señor pone
en nuestro camino personas que pueden llegar a ser nuestra pareja perfecta, también
nos ha dado un cerebro para razonar y darnos cuenta de que hay algunas cosas
que resulta necesario evaluarlas con la cabeza y no por medio de la vista o las
sensaciones.
2. Asegúrate
que ambos comparten los mismos sueños e igual llamado.
Un matrimonio es un equipo, de modo que en toda pareja
tiene que haber puntos en común que los unan y permitan la visualización de metas, el trabajo mano a
mano, y la comprensión de los sacrificios que tendrán que hacer en el camino.
Nunca hay que pretender que el ministerio nos interesa a
fin de ganar a la chica o el chico que en verdad siente pasión por el mismo. Servir
al Señor ministrando a los jóvenes requiere mucho sacrificio, así que no
aguantarás en esa relación si no eres en
verdad quien dices ser.
Lo mejor que te puede pasar es encontrar a alguien que
tenga tu mismo llamado además de sentir una fuerte atracción emocional y
física. Para decidir a quién quieres a tu lado tienes que primero decidir hacia
dónde te diriges.
Como líderes cristianos debemos fijar nuestra mirada en
Jesús sin desviarnos con distracciones superfluas que nos aparten de lo
verdaderamente importante (Colosenses 3:1-2).
El apóstol Pablo nos enseña en 1 Corintios 10:31 que
todo lo que hacemos debe ser hecho como para el Señor. Con el
mismo cuidado que ponemos a la hora de elegir nuestra carrera, nuestros amigos,
un material de lectura o nuestras metas, así mismo tenemos que escoger a la
persona que va a potenciarnos y ayudarnos a crecer y alcanzar los objetivos
ministeriales como un reflejo de nuestra relación con el Señor y Su llamado.
Si la otra persona no entiende qué es lo que estás
haciendo o no le interesa, probablemente fracasarás y de seguro experimentaras
mucho dolor.
Te recomiendo hacer una lista real de aquellos atributos que quieres que tu pareja tuviera, así como de las cosas que por tu parte aportarías a la relación, luego comienza a orar por esa persona y no por conseguir una pareja. Si sabes a dónde vas y tienes el compromiso necesario para llegar allí, pronto tendrás a tu lado a la persona ideal para acompañarte.
Líder en diferencia: http://liderendiferencia.blogspot.com
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