Luego
le dijo a Tomás: “Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en
mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.” “-¡Señor mío y Dios mío!- exclamó
Tomás. (Juan 20:27-28)
Hoy con
este devocional, quiero ser lo más sincera y directa posible.
En la
historia del versículo citado al principio, contaba que Jesús estaba junto a
sus discípulos luego de haber resucitado. Lo estaban viendo con sus propios
ojos, y aún así, Tomás no lo podía creer. No creía que Jesús, quien había
muerto, estuviera frente a él. Y las palabras de Jesús fueron: “No seas
incrédulo, sino hombre de fe.”
¿Cuántas
veces somos incrédulos, en vez de hombres de fe? ¿Cuántas veces negamos a Jesús
con nuestros pensamientos y nuestros actos? ¿Cuántas veces hemos pensado que
Jesús está lejos de nosotros, muerto, y no frente a nuestros ojos dispuesto a
ayudarnos?
Son
incontables las veces que dudamos del poder de Cristo. Si Tomás lo veía con sus
propios ojos, y le costaba creer, cuánto más nos costará a nosotros creerle si
no lo vemos. Pero el mismo hijo de Dios advirtió: “Porque me has visto, has creído -le dijo Jesús-; dichosos los que no han
visto y sin embargo creen.” (Juan 20:29)
¡Dichosos!
Eso somos. Somos bendecidos los que andamos por fe y no por vista. Somos
bendecidos los que confiamos en Dios en medio de las tormentas. Somos dichosos
de tener a un Dios increíble de nuestro lado. Ya no seamos hipócritas.
Toda la
Biblia demuestra cuánto Dios aborrece la hipocresía. Todos sus castigos hacia
el pueblo de Israel fueron porque “de labios le honraban, pero su corazón
estaba lejos de Él…”. “Profesan conocer
a Dios, pero con sus acciones lo niegan; son abominables, desobedientes e
incapaces de hacer nada bueno.” (Tito 1:16) ¿Te sientes identificado? Yo
sí. Porque dudar de Él, significa una lejanía en nuestra relación con Él. Todos
dudamos.
Si eres una
nueva criatura en Cristo, ya no tienes que tener actitudes de incrédulo. “No formen yunta con los incrédulos. ¿Qué
tienen en común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión puede tener la luz con
la oscuridad? ¿Qué armonía tiene Cristo con el diablo? ¿Qué tiene en común un
creyente con un incrédulo?” (2 Corintios 6:14-15)
Y no quiero
que se malentienda este versículo. “Yunta” es de yugo, refiriéndose a un par de
bueyes que trabajan unidos. Entonces: No
vivas unido a la incredulidad. Formar yunta con los incrédulos, es vivir
como ellos. Vivir como vivías antes. Eso ya cambió hermano, hermana, es
necesario que tus frutos demuestren el hombre y la mujer de fe que eres hoy.
Muchas
veces, nos apartamos de Dios porque nos critican, porque nos traicionan
hermanos de la misma congregación, porque nuestra familia se burla de nuestra
fe. ¿Pero sabes qué? La Biblia te manda esto: “Pero si alguien sufre por ser cristiano, que no se avergüence, sino que
alabe a Dios por llevar el nombre de Cristo.” (1 Pedro 4:16) Llevas el
nombre de Cristo, CRISTiano. Vive creyendo en Él y creyéndole a Él. Esa vida es
la agradable a Sus ojos.
Pon
atención a este último versículo y anótalo en algún lugar para recordarlo: “Cuídense, hermanos, de que ninguno de
ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios
vivo.” (Hebreos 3:12) Dudar de Dios, lo único que hará, poco a poco, es
apartarte de Dios.
La
incredulidad es el peor veneno del alma y lo he aprendido en estos últimos meces
de mi vida. Si no le creemos a Dios, Él no actúa. No porque no tenga el poder,
sino porque Él obra si tu fe persevera.
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