martes, 4 de septiembre de 2012

Camino a la adoración


“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.” (Salmos 51:17)

Tema, para algunos, áspero porque confrontará sus creencias y su forma de vivir. Pero no serán mis palabras, será la palabra de Dios la que confrontará tu vida.

Dios no quiere que te golpees, Dios no quiere que camines de rodillas cuatro kilómetros para intentar agradarle. Debemos de ser claros y hablar la verdad. Debemos dejar de avergonzarnos del evangelio y predicar como Dios manda.

A las personas no se les predica como ellos quieren, a las personas se les predica como Dios manda. Claro está, siempre se deben mantener el amor y la misericordia, eso no se debe de perder. Pero mantener el amor y la misericordia no quiere decir que vamos a diluir el evangelio para que las personas “no se sientan mal”. Nuestro fin no es agradar a las personas cuando predicamos, nuestro fin es darle la gloria eterna a nuestro Dios.

Dios no quiere más sacrificios humanos que lo único que hacen es hacer altivos a las personas por demostrar en público lo que no se tiene en privado. En la intimidad, en lo secreto de tu cuarto, ahí en tu refugio personal con Dios, ahí quiere el mayor sacrificio Dios. Él quiere que dejes la computadora, que no te duermas y te humilles delante de Él.

Él quiere que tu corazón este humillado delante de Él. Él quiere que en tu intimidad lo disfrutes, lo ames, le hables, le cuentes lo que te pasó durante el día, Él quiere todo de ti. Dios no va despreciar tu corazón contrito y humillado delante de Él.

A las personas no tienes que demostrarles nada, tienes que demostrarle todo a Dios en lo privado, para que en lo público sea Él quien muestre lo que Él hace en ti. No te afanes por agradar a las personas, mejor lucha por amar a Dios con toda tu alma, con todo tu corazón, con todo tu ser y con todo lo que tienes.

Humilla tu corazón delante de Dios, inclínate sólo delante de Él. Ya no luches en tus fuerzas, ya no marches sin direcciones a la batalla. Habla con Dios, habla con el único que te puede dar las instrucciones precisas para actuar en el momento de la lucha. Habla con Dios, habla con Dios y habla con Dios.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmos 51:10). Todo lo que el rey David estaba viviendo en este momento que hablaba con Dios; Dios ya sabía todo lo que David había hecho, sin embargo David humillado delante de Dios, le decía todo lo que en él estaba. David daba toda la gloria a Dios por lo que estaba viviendo. David en ningún momento reclamó a Dios por lo que Él sentía en ese momento. David estaba rogando a Dios que no matara a su hijo. Sin embargo, Dios cumplió con lo que dijo, como siempre lo hace. Cuando David se enteró que su hijo había muerto, se puso en pie, dio la gloria a Dios y siguió viviendo.

Cuando pasaron los años nació Salomón. Salomón, otro rey como éste no habrá en la tierra, cita la Biblia. Hay que tener claro que a Dios no lo vamos a convencer con nuestros actos humanos que muestran prepotencia. A Dios hay que apelarle a Su misericordia y amor hacia nosotros sus hijos.

Lee la Biblia, cree la Biblia y vive la Biblia que ese es el único camino a la verdadera adoración. Dios te bendiga.


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