“Los sacrificios de Dios son el espíritu
quebrantado; Al corazón contrito y humillado no
despreciarás tú, oh Dios.” (Salmos 51:17)
Tema, para algunos, áspero porque confrontará sus
creencias y su forma de vivir. Pero no serán mis palabras, será la palabra de
Dios la que confrontará tu vida.
Dios no quiere que te golpees, Dios no quiere que
camines de rodillas cuatro kilómetros para intentar agradarle. Debemos de ser
claros y hablar la verdad. Debemos dejar de avergonzarnos del evangelio y
predicar como Dios manda.
A las personas no se les predica como ellos
quieren, a las personas se les predica como Dios manda. Claro está, siempre se
deben mantener el amor y la misericordia, eso no se debe de perder. Pero
mantener el amor y la misericordia no quiere decir que vamos a diluir el
evangelio para que las personas “no se sientan mal”. Nuestro fin no es agradar a las personas cuando predicamos, nuestro fin
es darle la gloria eterna a nuestro Dios.
Dios no quiere más sacrificios humanos que lo
único que hacen es hacer altivos a las personas por demostrar en público lo que
no se tiene en privado. En la intimidad, en lo secreto de tu cuarto, ahí en tu
refugio personal con Dios, ahí quiere el mayor sacrificio Dios. Él quiere que
dejes la computadora, que no te duermas y te humilles delante de Él.
Él quiere que tu corazón este humillado delante
de Él. Él quiere que en tu intimidad lo disfrutes, lo ames, le hables, le
cuentes lo que te pasó durante el día, Él quiere todo de ti. Dios no va despreciar tu corazón contrito y
humillado delante de Él.
A las personas no tienes que demostrarles nada,
tienes que demostrarle todo a Dios en lo privado, para que en lo público sea Él
quien muestre lo que Él hace en ti. No te afanes por agradar a las personas,
mejor lucha por amar a Dios con toda tu
alma, con todo tu corazón, con todo tu ser y con todo lo que tienes.
Humilla tu corazón delante de Dios, inclínate
sólo delante de Él. Ya no luches en tus fuerzas, ya no marches sin direcciones
a la batalla. Habla con Dios, habla con el único que te puede dar las
instrucciones precisas para actuar en el momento de la lucha. Habla con Dios,
habla con Dios y habla con Dios.
“Crea en
mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un
espíritu recto dentro de mí” (Salmos 51:10). Todo lo que el rey David estaba viviendo en
este momento que hablaba con Dios; Dios ya sabía todo lo que David había hecho,
sin embargo David humillado delante de Dios, le decía todo lo que en él estaba.
David daba toda la gloria a Dios por lo que estaba viviendo. David en ningún
momento reclamó a Dios por lo que Él sentía en ese momento. David estaba
rogando a Dios que no matara a su hijo. Sin embargo, Dios cumplió con lo que
dijo, como siempre lo hace. Cuando David se enteró que su hijo había muerto, se
puso en pie, dio la gloria a Dios y siguió viviendo.
Cuando pasaron los años nació Salomón. Salomón,
otro rey como éste no habrá en la tierra, cita la Biblia. Hay que tener claro
que a Dios no lo vamos a convencer con nuestros actos humanos que muestran prepotencia.
A Dios hay que apelarle a Su misericordia y amor hacia nosotros sus hijos.
Lee la Biblia, cree la Biblia y vive la Biblia
que ese es el único camino a la verdadera adoración. Dios te bendiga.
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