“Los hijos de Dios escuchan con atención todo lo que Dios dice. Pero ustedes no le ponen atención porque no son sus hijos”. (Juan 8:47)
Nos gusta cuando Dios aprueba las cosas que estamos haciendo. Nos encanta que Él nos bendiga. Amamos que nos hable, que nos busque, que nos muestre día a día Su amor y misericordia. Todo eso es cierto, pero también es cierto que no nos gusta cuando nos llama la atención o cuando nos corrige.
En esta ocasión Jesús hablaba con los judíos que querían matarlo. Jesús proclamaba ser el Hijo de Dios, y los judíos no creían (y hasta hoy en día, en su mayoría, no lo creen). No querían abrir sus ojos. No querían que la base de su fe “Dios como único Dios”, fuera transformada por “Dios envió hijo Salvador” como se les había sido anunciado.
Tenían que hacer un cambio drástico en su vida. Primero que nada humillarse y reconocer que Jesús era el hijo de Dios. Segundo, tenían que obedecer y creen en alguien con quien sus ojos veían, no sólo a un Dios que no veían. Tercero, debían soportar seguramente críticas de los que aún sabiendo esto no quisieran aceptar a Cristo. Preferían “quedarse en el molde”. Pero allí está el problema.
Hay cristianos que parecen más judíos que otra cosa. Hay cristianos que se quedan en el molde. Se hacen los sordos a la Voz de Dios, no les gusta que Dios les diga “Si eres mi hijo no puedes tener las mismas actitudes que tenías cuando no lo eras”. Cristianos desobedientes no son cristianos de corazón. ¡Ojo! No estoy diciendo que no te equivocarás o que no le serás desobediente en algún momento de tu vida a Dios; estoy diciendo que no puedes vivir a tu antojo ya, estoy diciendo que es momento de escuchar la voz de Dios.
“Por eso hay que hacer lo que el Espíritu Santo dice: “Si hoy escuchan la voz de Dios, no sean tercos, como aquellos israelitas, que no quisieron obedecerlo en el desierto. Ellos quisieron ver hasta dónde soportaría Dios su desobediencia”. Por eso Dios les dijo: “Aunque los traté bien durante cuarenta años, sus antepasados me pusieron a prueba en el desierto. Entonces me enojé, y les hice ver que vivían en el error, pues no obedecían mis mandamientos. Por eso, ya enojado decidí: No voy a permitirles entrar en la tierra prometida, donde los habría hecho descansar”. ¡Cuidado, hermanos! No piensen en lo malo, ni dejen de confiar en el Dios que vive para siempre, para que no se aparten de él”. (Hebreos 3:7-12)
No perdamos más las bendiciones por ser desobedientes. Quizás la obediencia que Dios te está pidiendo es pequeña, es en aquella área de tu vida que está fallando, es en aquella envidia, celo, orgullo, aquel asunto de tu pasado, aquel dolor por el que sufres cada día, Dios te pide obediencia para poder bendecirte.
Sepamos apreciar el valor del amor de Dios. Tenemos que ablandar nuestros corazones y derramarlos ante Él. Todos de niños hemos sido regañados por algún mayor, y con los años nos hemos dado cuenta que ha sido para nuestro bien.
Así mismo Dios nos corrige, aún cuando seamos ancianos nos corregirá. Yo no sé qué desobediencia te está robando la bendición, pero debes orar mucho por ellos. Si eres hijo de Dios, escucha a tu Padre en todo momento. Ponte feliz cuando Dios te felicita y también cuando te llama la atención, porque siempre será para tu bien.
Sal del molde, es un problema gigante vivir en desobediencia porque ya sabes que traerá sus consecuencias. Pero nuestro Rey está a una oración de distancia, el arrepentimiento no tiene fecha. Así que si necesitas hablar con Él, recuperar tu comunión, recomiendo que lo hagas ahora. Muchos se excusan con que “no tienen tiempo” de orar o de leer la Biblia, pero sí tienen tiempo de estar leyendo esto. Ve a orar, ve a hablar con tu Papá, Él no endurece su corazón cuando escucha tu voz.
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