“Hijos míos, no debemos limitarnos a decir que amamos, sino que debemos demostrarlo por medio de lo que hacemos”. 1 Juan 3:18 (TLA)
“Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad”. 1 Juan 3:18 (NVI)
Dios nos ha creado a Su imagen y semejanza. Nosotros fuimos creados por El Amor. En lo más recóndito de nuestro ser hay un amor sobrenatural que debemos sacar a flote para adorar y servirle a Quien puso ese Amor allí.
Hechos, no palabras. Las palabras se las lleva el viento, aún delante de Dios. ¿Cuántas veces le hemos prometido cosas a Dios o hasta jurado, y no le hemos cumplido? No prometas ni jures, sólo cumple. Dios sabe cada detalle de ti, Él juzga las intenciones, pero no moverá Su mano para bendecirte si no accionas eso que dices sentir por Él.
La frase “Dios te bendiga” se dice como si fuera “Hola, ¿Cómo estás?”. Cristianos que en la iglesia son digno ejemplo a seguir, pero que fuera de ella son malos esposos, malas esposas, egoístas, orgullosos, chismosas. Adolescentes cristianos que sirven en los distintos ministerios, pero fuera de eso andan en discotecas, se juntan con malas amistades, tienen mal vocabulario.
No podemos contradecir lo que decimos creer con lo que hacemos. Dios no se contradice. Si realmente Dios vive en nosotros, no deberíamos de poder contradecirnos. Pero si estamos actuando diferente de lo que pensamos, es porque algo no está funcionando bien.
Todos hemos flaqueado en nuestra relación con el Señor. Pero, debemos entender que al Señor no le importa que nos equivoquemos porque Él bien sabe que lo haremos, a Él le importa que seamos sinceros, transparentes, humildes, sin una máscara. No podemos decir “¡Amén! ¡Aleluya! ¡Te amo Dios!” y en la intimidad no estar manteniendo una relación con Él.
Dios quiere adoradores en espíritu y en verdad, eso significa, que desde lo más profundo de nosotros debe estar el deseo de amarlo a Él. Eso es real. Dios cuando nos creó, dejó en nosotros un vacío tamaño “Dios” que sólo Él puede llenarlo, sólo Él encaja ahí. Perdemos el tiempo amando otras cosas, buscando otras cosas, cuando hay un deseo profundamente de amar al Señor.
Pero nadie dijo que sería fácil. Llevar una vida cristiana digna ante los ojos de Dios es difícil. Todo lo que hagas que agrade del cielo para arriba, desagradará a los del cielo para abajo. Siempre encontrarás gente dispuesta a envidiar o criticar tu trabajo o tu éxito, sin conocer realmente tu esfuerzo. Pero, si hacemos las cosas con sinceridad y buscamos glorificar a Dios mediante nuestro esfuerzo, será Él quien hable bien de nosotros y no la gente. Y eso, te aseguro que debería ser lo principal en nuestra mente a la hora de actuar: Glorificar a Dios.
Es tiempo de hacer las cosas bien. Es tiempo de dejar de hablar tanto y empezar a actuar. Todos nos equivocamos, todos le fallamos a Dios, pero hay que ser realmente inteligentes para reconocerlo, humildes para pedir perdón y sinceros para que Dios nos vuelva a bendecir.
Te invito si quieres, a hacer esta oración: “Señor, sé que me he equivocado contigo. Quiero que me moldees y que me des más sed de Ti. Quiero amarte desde lo más profundo de mi ser porque sé que Tú me amas. Gracias por tu misericordia, y porque a pesar de que te fallo, siempre estás allí. Quiero actuar y no hablar tanto. Quiero cumplir las promesas que te he hecho. Perdóname si me he contradicho, hoy me presento ante Ti y quiero volver a empezar. Te amo Papá. En el nombre de Jesús, Amén”.
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