“He entendido que todo lo que Dios
hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo
hace Dios, para que delante de él teman los hombres” (Eclesiastés 3:14)
Como seres humanos en nuestra vida
tenemos muchos deseos que queremos cumplir, planeamos todo lo que queremos
llegar a ser, lo que deseamos tener y cómo vamos a desarrollar cada proyecto.
Todos tenemos sueños que deseamos
cumplir y luchamos porque esas metas se puedan llegar a cumplir con nuestro
esfuerzo.
Cuando vivimos una vida sin Jesús a
nuestro lado, todos esos anhelos lo tenemos que alcanzar por nuestros propios
medios e incluso hay desilusiones porque muchas veces las cosas no se dan como
queremos y nos entristece pensar que nuestros sueños no se cumplirá por no
tener los medio para hacerlo.
Pero cuando nuestra vida está en las
manos de Dios, hay una esperanza más fuerte de que eso anhelos algún día puedan
llegar a cumplirse.
Cuando tenemos sueños y metas por
alcanzar, en oración se las encomendamos a Dios, hablamos con él de todo lo que
queremos hacer de todo lo que nos gustaría llegar a hacer.
Dejamos en manos de Dios nuestros
proyectos para que sea él que nos guie para poder cumplirlos de la mejor manera.
Muchos de nosotros le hemos
agradecido a Dios porque en varias ocasiones él ha respondido a muchas de
nuestras peticiones; peticiones que incluso a nuestro parecer se veían
difíciles de cumplir.
Gracias a su misericordia y amor
muchos de nuestros sueños en las manos de Dios se han hecho realidad. Cuando
nuestras peticiones son respondidas de la manera que nosotros esperábamos, hay
una felicidad incomparable en nosotros; no solo porque tenemos lo que queríamos
sino porque a través de esa petición cumplida sabemos que Dios nos escucha y
está al pendiente de nosotros.
Pero debemos saber que no todo lo que
queremos en esta vida lo vamos a obtener, debemos recordar que habrá momentos
en que Dios no nos dará la respuesta que nosotros deseamos.
Muchas veces cuando esto pasa nos
entristecemos porque ha pasado mucho tiempo y Dios aun no ha dado respuesta a las
peticiones que hemos presentado delante de él.
Nos desesperamos, creemos que Dios no
nos escucha y pensamos que jamás vamos a recibir esa respuesta por la que tanto
estamos orando. Cuando esto sucede comenzamos a hacer las cosas a nuestro modo.
¿Qué implica hacer las cosas a
nuestro modo? Esto incluye que cuando no vemos esa respuesta de Dios y
consideramos que ya ha pasado bastante tiempo y que oramos y simplemente él no
nos responde, comenzamos a buscar la manera que nuestra petición se cumpla
buscando nosotros mismos los medios para llegar a lograrlo.
Cuando son peticiones que sabemos que
nosotros podemos hacer algo para lograr, hacemos todo lo que sea posible para
alcanzar nuestros sueños.
Pero de lo que no nos damos cuenta cuando
hacemos esto, es que estamos yendo contra la voluntad de Dios; estamos tan
desesperados por conseguir lo que queremos que nos olvidamos que todo sucede
cuando Dios así lo planea.
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que
se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1)
Cuando entramos en este momento de
desesperación se nos borra de la mente que quien tiene el control de nuestra
vida es Dios.
Cuando hemos conseguido y hemos
tratado por todos los medio que están a nuestro alcance por lograr lo que
queremos nos frustramos y renegamos porque Dios no nos ayuda a conseguir lo que
nosotros queremos.
Pero a través de este versículo Dios
nos recuerda que todo va a pasar cuando tenga
que pasar, cuando Dios considera que es el momento adecuado para que las
cosas se den.
No olvidemos que van a ver cosas que
nosotros vamos a anhelar fervientemente y que las ponemos en las manos de Dios
para que él nos ayude a lograrlas, pero esas peticiones no van a tener la
respuesta que nosotros estamos esperando o en la que pensamos que vamos a
recibir.
Van a haber peticiones que Dios no va
a querer dárnosla por la simple razón que no van a hacer de provecho para
nuestra vida. Cuando esto acurra no nos frustremos ni nos pongamos tristes,
sino que recordemos que es Dios quien guía nuestra vida.
Él ya tiene un plan para cada uno de
sus hijos, y cada cosa va surgiendo en el momento que tenga que ser, cuando
Dios considere que algo que anhelamos no va a ser bueno para nosotros el no nos
lo va a dar.
Debemos respetar la respuesta de Dios
y recordar que las cosas suceden cuando Dios así lo quiere y así como él lo ha
escrito, para recordar que nuestra vida depende de él porque él conoce y sabe
que cosas son las mejores para sus hijos.
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